jueves, 16 de junio de 2011

Wierdo with no name.

Algo así como un final.
_____

     “Dicen que el primer beso nunca se olvida. Que es una sensación única. Que es prácticamente imposible de volver a repetir, aunque siempre queda en la memoria. Dicen que el primer beso no es el verdadero primer beso si lo que te mueve a hacerlo no es el amor. Dicen que cuando das el primer beso de amor te siente la persona más feliz del mundo, que algo en tu interior despierta y florece. Que nada más importa porque es la señal de que quieres a alguien. Dicen y dicen, pero nunca llegas a saberlo hasta que no lo vives en primera persona, y eres consciente de ello.”

Cuatro. [Ella]

     Posa suavemente sus manos en mis mejillas. Mi mirada pasa de sus ojos a sus labios repetidas veces. Quiero besarlo. Quiero volver a sentir ‘eso’ otra vez. Aunque me lo negase a mi misma es lo que llevo deseando tanto tiempo.

     No lo pienso más. Me pongo de puntillas y enrosco mis brazos en su cuello. El mundo y el tiempo se detienen. Esa sensación, tal y como la recordaba, o incluso mejor.

     Frío, calor, ansia, deseo, pasión, amor. Amor, ahora noto como fluye el amor entre nuestras bocas.

     Un a imagen llega a mi cabeza. Nuestro primer beso. Éramos unos críos, pero es exactamente lo mismo lo que siento. No puedo evitar sonreír. Al hacerlo, él se separa sin entender.

-         ¿Qué te pasa? –pregunta sonriendo.
-         Estoy feliz.

     Nunca pensé que aquel beso con aquel chico guapo del instituto significase tanto. Porque lo significó todo. Ese cambio, ese toque de felicidad.

     Ahora lo sé. Ahora sé que todo va a ir bien, le quiero.

martes, 14 de junio de 2011

Cuatro. [Él]

Esto se va acabando, gentecilla. *-* Un par de capítulos más y nada. :3
________

     Nos miramos a los ojos. Siento esa conexión, la siento muy fuerte. Coloco ahora mis dos manos sobre sus mejillas. Están húmedas por las lágrimas. Intercala su mirada entre mis ojos y mis labios.

     Hazlo, bésame, lo necesito.

     Como si hubiera leído mi mente, se apoya sobre la punta de sus pies, poniéndose a mi altura. Coloca sus pequeñas manos en mi nuca. Segundos antes de cerrar los ojos veo que sonríe levemente. Junta nuestros labios y estoy tocando el cielo. Soy el tío más afortunado del mundo.

     Esa sensación de nuevo, ese escalofrío. Cada noche recapitulaba esos besos. Es mucho mejor de lo que recordaba. Muevo mis manos a su espalda y la acerco a mí.

     Puedo notar su corazón acelerado en mi pecho. Puedo notar como moja mis mejillas, como me agarra con fuerza el pelo, como se entretiene con mi lengua. Puedo notar la pasión y las ganas.
    
     Percibo ahora que sonríe. Me separo y al verla sonrío también. Es una de las imágenes más bellas que alguien puede ver, ella sonriendo.

-         ¿Qué te pasa?
-         Estoy feliz. –me dice segura.

     Algo pasa por mi mente. Nuestro primer beso. El más especial.

     Éramos unos enanos, pero fue igual. Entonces no sabía nada. Entonces era un beso con la chica por la que estaba pillado. Ahora sé que fue algo más que eso, algo grande. Algo que marcaría mi vida y la cambiaría, la llenaría de felicidad.

     Ahora nada más importa. Ahora sé que todo va a ir bien, la quiero.

lunes, 13 de junio de 2011

Tres. [Ella]

     Me deja paso y vamos al salón. Todo está como lo dejé. Se sienta a mi lado en el sofá y me mira. No puedo creer que después de tanto tiempo, vuelva a estar aquí, con el, otra vez. Muchas fueron las ocasiones en las que pensé volver y hablar, pero ninguna dio fruto. Tenía miedo, podría decir que aún lo tengo.

     No paro de tocarme las manos, están sudorosas. El silencio que ahora está inundando la habitación, hace que a mi cerebro no paren de llegar imágenes. Imágenes que siempre quise borrar, peor nunca fui capaz. Imágenes que hacen que cierta sensación despierte en mi interior y me haga levantarme y salir por aquella puerta de nuevo.

     Empiezo a mover la rodilla, estoy muy nerviosa. Él pone su mano en ella, y me estremezco con el simple contacto. Las lágrimas acuden a mis ojos. Aún, después de tanto tiempo, no soy capaz de controlarlas. Giro mi cabeza para mirarle. Un nudo se apodera de mi garganta, pero aún así hablo. Soy directa.

-         ¿Sabes el daño que me hiciste? ¿Sabes lo que sentí?

     No aguanto más y dejo que las lágrimas salgan libres. Soy incapaz de contenerlas un segundo más. Noto como caen mis mejillas. Le sostengo la mirada. Busco en sus ojos respuesta alguna, pero no encuentro nada.

     No ha abierto la boca desde que he llegado, pero aún no sé que quiero que me diga. ¿Qué todo es mentira? No, fui testigo. Aún así, sé perfectamente cuando miente. Solo hace falta mirarle a los ojos. Ahora están llenos de lágrimas.

     Si el llora ahora esto perdería el poco sentido que tiene. Mira al techo y respira hondo. Si él se derrumba ahora yo no sería capaz de levantarlo como él hizo conmigo otras tantas veces, Pero no puede hacerlo, a él nadie le ha engañado. Él fue el culpable, el malo de la película.

-         No llores, por favor...

     Me levanto del sofá. Esto es estúpido. Recuerdo la seguridad que sentía cuando venía hacía aquí y ahora no queda nada.

-         ¿Es que no me entiendes?

     Si lo hiciera comprendería porque estoy así. Se pone en pie y en sus ojos vuelven a haber lágrimas. Reconozco impotencia en esa mirada.

-         ¿Qué no te entiendo? –calla y gira la cabeza.- ¿Cómo crees que he estado yo todo este tiempo?

     Sé que ha estado más. Tanto como yo. Esto nos afectó a los dos. Pero no puedo olvidarlo. El hecho de que él tenga la culpa de todo me llena de rabia.

-         Tú tuviste la culpa. Tú fuiste el culpable de todo. Pudiste elegir.

     Da dos pasos y se planta en frente mía. Coge mis manos entre las suyas.

-         - Cada minuto que pasa me arrepiento más y más de lo que hice. Me odio y la repugnancia que siento hacia mí no es normal. Y voy a seguir así hasta el día que me perdones, y volvamos a ser felices juntos.

     Miro a sus ojos. Sé que no está mintiendo. Cada palabra que suelta suena más sincera que la anterior. Bajo la vista a nuestras manos. Mi mente se ha quedado totalmente en blanco. Suelta una de sus manos y la coloca en mi barbilla, haciéndome mirarle directamente.

-         Te quiero. 

viernes, 10 de junio de 2011

Tres. [Él]

     Entra en casa y va directa al salón. Se sabe el camino perfectamente y yo la sigo. Estamos sentados uno al lado del otro en el sofá. Hay silencio, ninguno de los dos empieza a hablar, pero de vez en cuando se escucha algún que otro coche pasar por la calle. He tenido que encender la luz. Es tarde, no se veía nada y quería verle la cara.

     El pelo negro y liso le cae por la cara, juega nerviosa con sus manos e intercala la mirada entre ellas y sus pies. La echaba de menos. Quiero empezar a hablar pero tengo miedo de cagarla de nuevo, de que se vaya y de sentir lo que sentí entonces.

     Percibo un ligero temblor en sus piernas. Inconscientemente pongo mi mano en una de sus rodillas. Se estremece con el contacto. Después de varios segundos gira su cara y encuentra su mirada con la mía. Ahora sus ojos están llenos de lágrimas ansiosas por salir. Noto como algo en mi corazón se rompe y se despedaza.

-         ¿Sabes el daño que me hiciste? ¿Sabes lo que sentí? –habla ocultando y disimulando pequeños sollozos.

     Baja sus párpados, y lágrimas caen formando un estrecho canal por sus mejillas, arrastrando con ellas parte del maquillaje que lleva. De nuevo vuelve a mirarme. Sus ojos están brillantes, acuosos, resaltando a su vez ese verde especial.

     Ese verde que ha iluminado tantos días de mi visa, me ha hecho sentir la persona más feliz del mundo, o incluso, como ahora, me ha hecho sentir como una mierda, sucio. Empiezo a notar algo en mi garganta, un nudo. Las lágrimas se acumulan temerosas en el filo de mis ojos.

     Miro al techo y resoplo. No puedo derrumbarme. No yo. No soy la víctima. Tengo que apoyarla a ella, que esté bien. Si ella está bien, yo.. también estoy bien en cierto modo.

     Vuelvo a mirarla. Me observa y no sé descifrar por completo su mirada. Hablar ahora es una de las cosas más difíciles que puedo hacer. Respiro hondo y mi cerebro no para de buscar las palabras adecuadas, pero no encuentro ninguna. No sé que decir. Sus lágrimas me distraen.

-         No llores, por favor.

     Un estúpido ‘no llores, por favor’’ es lo único que ha salido de mi boca. Me siento idiota. Odio esta situación. Aunque sé que si dejara de llorar todo sería mucho más fácil. Pero sólo he conseguido que se angustie más. Se levanta agobiada y niega con la cabeza.

-         ¿Es que no me entiendes? –exclama mirándome. 

      Me levanto también y le sostengo la mirada de nuevo. Noto como se vuelven a llenar de lágrimas los ojos.

-         ¿Qué no te entiendo? –le contesto. Giro la cabeza y me trago las lágrimas como puedo.- ¿Cómo crees que he estado yo todo este tiempo?

-         Tú tuviste la culpa. Tú fuiste el culpable de todo. Pudiste elegir. –su voz ahora suena llena de rabia.

      Doy dos pasos más hacia delante y me coloco en frente suya, cogiendo sus manos.

-         Cada minuto que pasa me arrepiento más y más de lo que hice. Me odio y la repugnancia que siento hacia mí no es normal. Y voy a seguir así hasta el día que me perdones, y volvamos a ser felices juntos.

      Ha estado mirándome todo el rato que he hablado. Eso lo ha complicado más aún. Ahora tiene la vista en nuestras manos, juntas, después de tanto tiempo. Cojo mi mano y la coloco en su barbilla. Su piel sigue igual de suave que siempre. Le obligo a mirarme.

-Te quiero.

lunes, 6 de junio de 2011

Dos. [Ella]

     Me coloco el segundo y último pendiente en la oreja derecha. Apoyo las manos en la mesita y me vuelvo a mirar en el espejo. Veo ahora su ‘todo va a ir bien’ ahora reflejado en mis ojos. No me puedo creer que aún siga siendo tan importante para mí como para hacerlo.

     Y es él el único culpable. El culpable de que desde que salí por la puerta de aquella maldita casa, me odiase a mí misma por decir lo que dije, de que lo echase de menos como nunca he podido echar de menos a alguien, de que desease que volviera conmigo, a abrazarme y a decirme que era importante para él, que quería pasar el resto de su vida a mi lado, protegiéndome. Él es el único culpable de que desde aquel mensaje de ayer con un ‘A las siete en casa’ esté nerviosa, mi mente no pare de pensar cosas que decirle, se produzcan esos ya conocidos nudos en el estómago y me sienta torpe a cada paso que doy.

     Vuelvo a mirarme en el espejo: ‘Todo va a ir bien, le quieres.’ Le quiero. Aún, y después de todo, le quiero. Lo leo en mis ojos, por mucho que me duela. Dejo de pensar con la razón y lo hago con el corazón. Le necesito.

     Aparto la mirada hacia mi reloj. Llego tarde. Estará preocupado y nervioso. Sonrío inconscientemente al imaginármelo y al recordar como se ponía cada vez que alguien se hacía de esperar.

     Llaves, móvil, bolso y a la calle. Voy con paso firme y decidida. Estoy segura. No sé cuanto me durará, pero ahora lo estoy. Paso por el parque el cual está tan lleno de recuerdos que se me desbordan de la mente. Niños orgullosos que enseñan lo que valen a sus padres. Personas que piensan en el presente y en el futuro haciendo deporte. Gente ganándose la vida dando a cambio algo de felicidad a los demás. Parejas que se quieren y se dan cariño, importándoles bien poco lo que digan los demás.

     Disminuyo la velocidad de mi paso y observo a un chico y una chica. Están discutiendo. Dan voces y se señalan el uno al otro. Me tengo que sentar en un banco porque a mi mente no paran de llegar imágenes y memorias nada buenas. Me gustaría levantarme, ir hacia ellos dos y decirles que paren, que si no lo hacen se arrepentirán durante mucho tiempo, que tomar decisiones a veces tan definitivas en un estado como ése de furia no es nada bueno.

     Dos gritos más y ella sale apresurada del parque. Juraría que está llorando. Él cae abrumado en el césped, escondiendo la cara entre sus manos. Juraría que está llorando. No puedo evitar asociar esta escena a la vivida con él. Hemos sido unos estúpidos.

     Saco fuerzas desde lo más profundo y me levanto. Voy hacia el chico. Me mira y compruebo que sí que está llorando. Su cara de dolor se me queda marcada. Le digo algo como ‘todo va a ir bien si sabes que le quieres’. Analiza mis palabras y sin mediar una más, asiente.

     Le dejo allí y echo a andar. Pensando en nada y en todo a la vez me doy cuneta de que he llegado. Sin pensarlo dos veces toco el timbre. Quiero verle ya. Quiero hablar con él ya. Quiero acabar con esto bien y empezar de nuevo mucho mejor.

sábado, 4 de junio de 2011

Dos. [Él]

Dato: Ha pasado X tiempo desde lo último.
___

     Son las nueve de la noche y dijo que estaría aquí a las siete. Estoy empezando a preocuparme. ¡Qué coño, llevo preocupado desde las siete y un minuto! Por mi cabeza no para de pasar la idea de que se haya echado atrás y tenga que estar esperándola hasta la eternidad.

     Mis manos están sudorosas y no paro de pasarlas por mi rodillas. El pantalón acabará desgastado como siga así. Me levanto y voy a la cocina. Al andar, todo mi cuerpo tiembla. Abro la nevera, saco la botella del agua y lleno un vaso con ella. Con nerviosismo me lo acerco a la boca y bebo un trago. Tengo un nudo en la garganta y me cuesta mucho tragar todo el agua. Dejo el vaso con ira e impotencia en la mesa. Estoy empezando a sentir sentimientos que nunca antes había experimentado.

     Voy de nuevo al salón y ando de un lado a otro con paso firme y rápido. Estoy nervioso, muy nervioso. En un arrebato de coraje doy un golpe en la pared con fuerza. El cuadro que nos regaló su padre vacila, pero finalmente cae al suelo. Me quedo observándolo durante varios segundos. Aún recuerdo lo ilusionada que estaba al colgar ese cuadro, igual que con todos los demás muebles de esta maldita casa. Como me miraba con esos ojos suplicantes cuando veía algo que parecía perfecto para algún rincón, y yo, hipnotizado, asentía.

     Me percato de que me sangran los nudillos. Me los acerco a los labios y chupo la sangre ha a salido a la luz. Ella le tiene pánico a la sangre. Sonrío inconsciente al recordar como escondía su cara en mi pecho cuando salía algo relacionado con sangre el al televisión. Aún así, en este momento, en otras circunstancias, ella misma se habría encargado de curarme la herida.

     Vuelvo a sentarme en el sofá. Me revuelvo el pelo y paso las manos por mi cara. Las dejo tapando mi nariz y mi boca. Miro a mi alrededor y todo, exactamente todo, me recuerda a ella.

     La alfombra, donde pasamos momentos tan íntimos y especiales; las flores del jarrón de encima de la mesa, que le regalé ese día cualquiera; el espejo, donde se podía pasar horas y horas contemplándose, pretendiendo estar perfecta, a pesar de mis insistencias de que siempre estaba perfecta; el calendario, donde redondeaba con una circunferencia roja ese día que tanto ansiaba.

     Cierro los ojos y caen sin querer algunas lágrimas. Tengo miedo de que todos esos recuerdos se vayan con ella y no vuelvan más. En ese caso moriría de asco, de pena y de todo lo peor. Esos pequeños detalles son los que ahora mantienen mi vida en pie, y los que hacen que me tambalee por momentos.

     Escucho el timbre. Noto perfectamente como el corazón da un vuelco y empieza a latir muy fuerte. Creo que se me va a salir por la boca y el aire comienza a entrar con dificultad a mis pulmones. Me asomo a la ventana. Quiero asegurarme de que no sea nadie más que ella. Melena larga y negra como el tizón, piernas altas, finos brazos, dulces dedos, ojos verdes, mejillas rosadas. Inconfundible, es ella.

jueves, 2 de junio de 2011

Uno. [Ella]

     Salgo de esa casa lo más rápido posible, dando un portazo que cierra toda comunicación con él. No sé muy bien que acaba de pasar, o por lo menos, no quiero creérmelo. Cada una de las palabras que han salido de su boca han sido como una gran punzada en mi corazón.

     Las lágrimas salen de mis ojos sin cesar, como si la vida dependiese de ello. Como si en cada una de esas lágrimas fuesen acompañadas del dolor que siento y del que me quiero desprender.

     No encuentro sentido a nada. Yo se me sentía bien con él en mi vida. Él y poca más me bastaba para ser feliz. Ahora todo a cambiado. Ahora es él el motivo por el que estoy yendo a ningún sitio. A esconderme y a no volver más. A darle la espalda a lo que hubiese sido una vida sin igual. Una vida con él.

     Llevar a cabo todos esos planes de los que muchas noches habíamos hablado, ahora es un sueño roto, hecho añicos, esparcido por el suelo, y con el que hay que tener cuidado por si te pinchas.

     Tengo miedo. Tengo miedo, a pesar de todo lo que ha pasado. Miedo a no saber continuar, de dar un paso y equivocarme. Miedo de estar sin él, sin protección, sin ese ‘todo va a ir bien’, y sin ese oxígeno necesario para mi vida.